divendres, 18 de maig del 2018

MI VUELTA A LOURDES

Aqui va el meu article publicat al  Bulletin de L'Association Médicale de Notre-Dame de Lourdes (A.M.I.L.). Organe Officiel du " Bureau des Constatations Médicales ". Novembre 2017. Nº 340 . Editat en castellà.






Empiezo por mandar un abrazo a todos los médicos, farmacéuticos, enfermeros, dentistas y estudiantes; a todo el personal del Bureau des Constatations Médicales de Lourdes, especialmente al doctor Alessandro de Franciscis, Médico permanente del Bureau des Constatations Médicales.

El que presenta este artículo es médico de la Hospitalidad de Girona (Cataluña, España)!

El año 2015 tuvo lugar mi primera peregrinación a Lourdes como médico, tenía yo entonces 65 años. Sin embargo, a los 19 años también viajé a Lourdes en calidad de 'brancardier' formando parte de la peregrinación de la archidiócesis de Barcelona, han pasado 46 años entre ambas peregrinaciones.

El Dr. de Franciscis me pidió que escribiera este artículo para el Bulletin de l'Association Médicale Internationale de Notre-Dame de Lourdes después de escuchar a nuestra directora del equipo médico -doctora Carmen de Castro- que estava relatando mi pequeña experiencia sobre Lourdes.

Mi primer contacto con la Hospitalidad de Barcelona fue a través de los monjes de Montserrat, desde siempre el monasterio ha sabido atraer a grupos de jóvenes: los Encuentros de santa Cecilia - estilo Taizé- , jóvenes procedentes de las comunidades de base, oblatos benedictinos, boys scouts, cristianos por el socialismo, grupos de animación de parroquias de Barcelona, etc. Todos con el punto común del cristianismo.

Los monjes sabían aglutinar a estos jóvenes y de ahí salió la idea de nuestra primera peregrinación con enfermos al monasterio de Montserrat. Desde entonces esta peregrinación continua viva bajo la dirección de la Hospitalidad de Barcelona.

Este fue nuestro primer contacto con enfermos, peregrinos y voluntarios, un mundo tan desconocido para la mayoría de nosotros. Sin ninguna formación en la mobilización de los enfermos pero llenos de ilusión y de servicio, nuestro objetivo era la ayuda y la entrega total en los trabajos donde podíamos ser útiles. En todo momento nuestro trabajo era variado:  limpiar las mucosidades, servir comidas, acercar los enfermos a misa o al confesionario, a la procesión de antorchas, pasear por las plazas de Montserrat... etc. I llegado el día de la despedida los abrazos se repartían con emoción a todos, enfermos y sanos. Adiós y hasta pronto!

Con grandes camiones empezaba el transporte de enfermos hacia el valle, en Monistrol y de allí, en tren continuaba el viaje hacia los diferentes destinos. La solidaridad total entre monjes y jóvenes era palpable, subir las camillas, el material, los enfermos, todo. A menudo el hábito de los monjes era una dificultad para llevar a cabo este gran trabajo pero los monjes tenían sus astucias, sus trucos; conseguían atarse los hábitos a la cintura y así menearse a gusto. El ejemplo de los antiguos brancardiers, enfermeros, médicos y peregrinos continua grabado en nuestros corazones y de ahí nacieron amistades sinceras que siguen muy vivas entre nosotros.

A partir de esta experiencia ya no podía haber excusas y así salió la propuesta de ir en peregrinación a Lourdes el año siguiente. En la Hospitalidad nos proporcionaron formación sobre el mundo del dolor, todavía conservo las hojas de color malva ciclostiladas de aquellos años sesenta. Y, que a decir verdad, nos fueron muy útiles.



Y llegó el día de nuestra partida hacia Lourdes con la convicción de que íbamos acompañados de una protección especial. El viaje se hacía en tren, esto nos procuraba una gran convivencia entre todos, sin embargo un gran inconveniente se presentaba en Port- Bou donde teníamos que cambiar de tren y trasladar a los enfermos, las camillas, el material... Todo! Al caer la tarde llegábamos por fin a nuestro destino, cansados pero muy felices; nadie quería mostrar su fatiga ante aquella visión de Lourdes, que fue extraordinaria. Todo un mundo de amor y de entrega se abría ante nuestros ojos.
En la foto, enfermos sobre camillas en la explanada, una imagen que me impresionó entonces.




Había mucho dolor entre los enfermos, amputaciones, lesiones ulcerosas que exigían curas muy especializadas, cambios de posturas, cada dos horas para aliviar dolores, ajudar en la higiene personal, etc. 

Enfermos delante del antiguo ACCUEIL en Lourdes.


Contínuamente nosotros estábamos dispuestos a todo: servicio de piscinas, descarga de trenes que llegaban de toda Europa, ir al aeropuerto de Tarbes, guardias nocturnas... Nos sentíamos útiles y llenos de alegría. Recuerdo nuestra vida en la Popote donde en lugar de dormir sacábamos nuestras guitarras y cantábamos sin parar, el cansancio lo escondíamos, ya recuperaríamos el sueño perdido al llegar a casa!
Bendicion de los enfermos con el Santisimo en la custodia, en la gran explanada.

No hay que decir que nuestra estancia en Lourdes tuvo como único objetivo estar al servicio de la Hospitalidad y todo lo que ella representaba, y añadir que nunca tuvimos tiempo de visitar la cuiudad. Cuando terminaba nuestro trabajo nos dirigíamos a la Gruta, ahora me doy cuenta de las horas que pasé allí rezando ante la Virgen. Y esto me lleva a otro recuerdo de mis años de estudio y de internado donde sólo podía visitar a mis padres dos veces al año y, naturalmente, la soledad y la nostalgia me invadían. Antes de acostarme me iba a la iglesia, allí confiaba a la Virgen mis miedos, mis deseos y pedía con fervor la fuerza para aprobar los exámenes. Afortunadamente mis plegarias fueron escuchadas.
Enfermos oyendo missa


De regreso a Barcelona teníamos que acompañar a los enfermos a sus casas. Una furgoneta con su chófer y dos brancardiers nos ayudaban en este gran trabajo. Preguntábamos a los enfermos: 'En qué piso vive?'. A lo que un joven nos respondió: 'En el septimo!' Sin ascensor, podeis imaginar que no fue fácil. Fuerza, ánimo y arriba! Una vez en su casa me atrevo a preguntar a su madre:  'Cuando podrá salir  de nuevo?', - 'Cuando pueda volver a Lourdes!', esta fue su respuesta. Mi compañero y yo nos miramos consternados.

La constatación de que los enfermos vivían en una gran soledad nos hizo reaccionar y, bajo la dirección de los monjes de Montserrat, un grupo de brancardiers y de enfermeras emprendimos una especie de voluntariado del corazón. A menudo era el domingo cuando íbamos a buscar a los enfermos a sus casas, les llevábamos a misa, al cine o sencillamente era el paseo por el parque y una buena conversación. Al principio yo creía que era un servicio que les hacíamos, después de años descubrí que eran ellos quienes nos lo hacían a nosotros, ellos contribuyeron a modelar nuestro estilo adulto para siempre. Además esta experiencia tuvo también otra consecuencia positiva, fue la creación de un grupo de catequesis de jóvenes; además algunos de nosotros nos integramos en el grupo de "Visitadores de enfermos" de la propia Hospitalidad.

En Lourdes, recuerdo una frase-eslogan que me marcó profundamente: 'Charité n'a pas d'heure' ( La Caridad no tiene horario) y nos la creímos de verdad. El grupo del qual os he hablado estuvo activo durante tres años después, motivos y caminos diversos nos llevaron a unos y otros por senderos disitintos.

Y aquí estoy de nuevo después de 45 años de mi primera experiencia. La familia ha crecido y hemos podido cuidar a nuestros mayores que ya no estan con nosotros. Un médico compañero me ofreció la posibilidad de volver a Lourdes después de tanto tiempo! Acepté inmediatamente. Y por motivos diversos, sobre todo recuerdos gratificantes. La Virgen en primer lugar.

Con el mismo servicio a flor de piel de antaño vuelvo de nuevo a Lourdes, como no podía ser de otra manera. El agradecimiento sin interrupción de los enfermos, de los peregrinos y de los amigos es el mejor regalo, y esto no falta en Lourdes. Así los humanos se sienten bien pagados. A veces, tambien en Lourdes, encontramos a gente sin delicadeza, que olvidan dar las gracias y eso duele; afortunadamente son una minoría.

Las cosas esenciales no han cambiado, continuan intactas aunque yo no sea el más indicado para decirlo. La diferencia entre estos años me han hecho valorar muchos aspectos: los servicios, el clero, la liturgia, los centros de Acogida maravillosos, el entorno natural, todo ello conlleva trabajos y esmeros impagables por parte de todos. También he notado mejoras sensibles entre los enfermos y sus dolencias, es cierto que la medicina ha hecho enormes progresos.

Mis pensamientos, en un cierto desorden, me traen visiones diversas: las piscinas, los espacios exteriores donde tiene lugar el Via- Crucis, las plegarias en la iglesia Santa Bernadette -impresionante!- con el altar cubierto por una inmensa lona. Ahí empieza la procesión y la bendición de los enfermos, veo también el pabellón en el prado, el bosque... todo me parece mejor.

El palio significa que un sacerdote està dando la comunion a los enfermos.


En un momento de descanso tenemos tiempo de charlar entre los compañeros de la Hospitalidad. Cada uno tiene sus motivos para haber venido, unos dicen por solidaridad, otros porque 'me gusta dedicar unos días de vacaciones a los demás', otros afirman que no son creyentes pero el deber de ayudar a los más vulnerables es más fuerte que todo, algunos vienen por tradición familiar, los hay quienes se manifiestan ateos o cristianos culturales, los agnósticos y otros. Todos llenos de entrega y abnegación hacia los más necesitados. Me llevo un gran recuerdo de estos compañeros, los he visto siempre dispuestos a dar el mejor servicio a los enfermos, siempre con la sonrisa en los labios.

Llega el último día de la peregrinación, las últimas horas... cada uno con su estilo de vida, con su modo de pensar, que vivamos en Lourdes o en otras partes. Hay que despedirse, adiós o hasta la próxima peregrinación. Entre los abrazos sinceros he notado algo profundo que había cambiado en nuestros corazones y que soy incapaz de verbalizar, algo que me ha emocionado. Estoy seguro de una cosa: LA ALEGRIA DE LA MISION ha sido cumplida.

En el autocar de regreso a Girona hay tiempo para las experiencias vividas, cada uno cuenta la suya. Yo explico el encuentro con el joven enfermo de Barcelona a mis 19 años, aquel cuya madre nos dijo que no volvería a salir a la calle hasta la próxima peregrinación a Lourdes. A mi lado una señora mayor empieza a llorar y, al preguntarle la causa de sus làgrimas: 'Me ocurre lo mismo que a este joven que nos cuenta, no bajaré a la calle hasta que vuelva a Lourdes el año que viene. Son mis vacaciones'. Reflexiono y pienso que afortunadamente Lourdes nos abraza y nos acoge a todos.

Reitero mi abrazo cordial a todo el personal del Bureau des Constatations Médicales, igualmente para usted Dr. A. de Franciscis. Esperando la próxima peregrinación donde podremos cantar de nuevo juntos: C'est Jésus qui nous rassemble, ( Es Jesús quien nos reúne). 




Je commence par embrasser les médecins, les pharmaciens, les infirmiers, les dentistes, les étudiants et tout le personnel du Bureau des Constatations Médicales de Lourdes, spécialement le docteur Alessandro de Franciscis, Médecin Permanent du Bureau des Constatations Médicales.
Celui qui présente cet article est médecin de l'Hospitalité de Girona, en Catalogne (Espagne).
Le Dr. De Franciscis m'a demandé d'écrire cet article pour le Bulletin de l'Association Médicale Internationale de Notre-Dame de Lourdes après avoir écouté notre directrice de l'équipe médicale -doctoresse Carmen de Castro- qui était en train de raconter ma petite histoire, mon expérience sur Lourdes.
Mon premier contact avec l'Hospitalité de Barcelone fut à travers les moines de Montserrat, ils ont toujours attiré des groupes de jeunesse: les Rencontres de Sainte Cécile -style Taizé-, jeunes provenant des communautés de base, scouts, chrétiens pour le socialisme, groupes de loisirs des paroisses de Barcelone, etc. tous ensemble ayant le point commun du christianisme. Les moines savaient agglutiner la jeunesse, c'est ainsi que nous avons préparé et vécu notre premier pèlerinage avec des malades au monastère de Montserrat. Dès lors ce pèlerinage est bien vivant et continue sous la direction de l'Hospitalité de Barcelone.
Ce fut donc notre premier contact avec des malades, des pèlerins et des volontaires, un monde bien inconnu pour la plupart de nous. Sans aucune formation dans la mobilisation des malades mais le coeur plein d'entrain et de service, notre objectif visait au dévouement et à l'aide totale dans le tâches où il fallait. Nous nous efforcions à l'hygiène générale, à nettoyer les mucosités, à servir des repas, à amener les malades à la messe, au confessionnel, à la procession des torches, aux petites promenades sur les places de Montserrat... etc. Finalement le moment de se quitter arrivait, les étreintes aux malades et aux gens sains, échanger des adresses et se dire au revoir. Ensuite, avec de gros camions, commençait le transfert des malades vers la vallée, à Monistrol et de là, par train le voyage continuait vers les différentes destinations. Solidarité totale entre moines et jeunes pour monter les brancards, les malades, le matériel, tout. Parfois l'habit des moines devenait un handicap pour tout ce grand mouvement, pourtant ils avaient l'astuce de nouer leurs habits à la ceinture. J'avoue que des amitiés sincères sont nées de ces rencontres, qu'elles demeurent toujours, et l'exemple reçu  des infirmiers, des malades et des pèlerins continue bien gravé sur nos coeurs.
A partir de cette expérience il n'y aurait plus d 'excuses, la ferveur continuait et nous nous sommes proposés d'aller en pèlerinage à Lourdes l'année suivante. A plusieurs séances et de la part des moines, nous avons vécu une préparation adéquate pour la rencontre avec Lourdes, la Vierge et tout ce qui concerne le sanctuaire. Et c'est dans le siège de l'Hospitalité de Barcelone que nous avons approché le monde de la douleur, je garde encore des feuilles cyclostylées à l'encre mauve des années soixante. Elles nous ont été  très utiles.
Ainsi donc nous sommes partis vers Lourdes bien entourés d'une protection spéciale. Le voyage se faisait par train, toutefois un gros inconvénient se présentait à Port-Bou où il fallait changer de train avec le grand déplacement que cela comportait: transfert des malades, des brancards, de matériel, etc. Le soir tombant Lourdes apparaissait finalement à nos yeux, extraordinaire et personne ne voulait faire voir sa fatigue car tout un monde d'amour de de don de soi s' ouvrait à nos coeurs.
Ci-joint une photo des malades sur des brancards sur l'explanade qui m'a bien frappée alors. J'ai pu constater beaucoup de souffrance parmi les malades, des amputations, des lésions ulcéreuses,  tout cela impliquait des surveillances attentives et toute sorte de soins surtout la nuit, il fallait savoir aider à changer les postures des malades...  etc. A tout moment nous étions aux ordres des infirmières, des médecins et du personnel attaché au pèlerinage, sans oublier non plus le prêtre responsable.




Notre groupe était disposé à tout: gardes nocturnes, service des piscines, décharge des trains qui venaient de toute l'Europe, des services aussi à l'aéroport de Tarbes, quelle joie de se sentir utiles! Et les bons souvenirs de la Popote où, au lieu de dormir, on sortait nos guitares et on chantait sans arrêt, la fatigue on la cachait, à notre retour on pourrait bien rattraper le sommeil perdu. Nous étions au service de l'Hospitalité et tout ce que'elle représentait cela faisait que nous n'avions même pas le temps d 'aller en ville. Après notre travail à côté des malades nous allions prier à la Grotte, je réalise à présent les heures que j'ai passées devant la Vierge. Il me vient aussi à l'esprit le souvenir de mes années d'études et d'internat marquées par la solitude et la nostalgie... je ne pouvais visiter mes parents que deux fois par an! Avant de me coucher je me dirigeais à l'église et je confiais à la Vierge mes peurs, mes désirs, et je demandais vivement la force pour réussir mes examens. Heureusement mes prières ont été bien exaucées.
De retour à Barcelone il fallait accompagner les malades chez eux. Une petite camionnette avec un chauffeur et deux brancardiers aidaient à tout ce gran travail. Nous demandions aux malades: 'A quel étage faut-il vous monter?' Voilà qu'un jeune homme nous a répondu: 'Au septième!' Sans ascenseur, ça n'a pas été facile. Courage, énergie, en haut! Une fois que nous avons déposé le malade j'ai demandé à sa maman: 'Quand est-ce qu'il pourra aller en promenade de nouveau?' -'Quand il retournera à Lourdes!' nous a-t-elle répondu. Mon copain et moi sommes restés consternés.




La constatation que les malades souffraient d'une énorme solitude nous a fait réagir, et de nouveau sous la direction des moines de Montserrat, un groupe de brancardiers et d'infirmières avons entrepris une sorte de volontariat du coeur. C'était souvent le dimanche, on allait chercher les malades à leur maison, on les accompagnait à la messe, au cinéma ou simplement il s'agissait d'une petite promenade amicale et de la bonne conversation. Au début je croyais que c'était un service que nous rendions aux malades, après des années j'ai compris que c'étaient eux qui nous le rendaient. Ainsi Ils ont contribué à façonner notre allure d'adultes ce qui nous a marqué pour toujours. A partir de ces expériences il s'est formé un groupe de catéchistes de jeunes. Il faut ajouter aussi que certains d'entre nous avons adhéré aux "Visiteurs des malades" dans l'Hospitalité. L'héritage de Lourdes continuait.




"Charité n'a pas d'heure", cette phrase- slogan m'a fortement marquée et nous l'avons fait nôtre. Le groupe dont je parle a duré trois ans, après, des motifs et des chemins divers nous ont menés les uns les autres par des voies différentes.
Quarante-cinq ans se sont déjà écoulés depuis les premiers témoignages que je viens de vous raconter, la famille a grandi et nous nous sommes aussi occupés à avoir soin de nos aînés lesquels malheureusement nous ont déjà quittés. Un copain médecin m'a offert la possibilité de retourner à Lourdes depuis si longtemps! Et j'ai accepté tout de suite. Les motifs bien divers, surtout des souvenirs gratifiants. La Vierge en premier lieu.



Après 45 ans j'arrive de nouveau à Lourdes avec le même service à fleur de peau d'antan, il ne pouvait pas être autrement. Le remerciement sans interruption des malades, des pèlerins et des amis est le meilleur cadeau. Les reconnaissances ne manquent pas à Lourdes et les humains se sentent bien payés. Parfois, même à Lourdes, il y a des gens sans délicatesse qui oublient de dire merci et cela fait mal. Heureusement c'est une minorité.






A vrai dire les choses essentielles n'ont pas changé à Lourdes, elles continuent intactes même si je ne suis pas le plus indiqué à l'affirmer. La différence entre ces longues années m'ont permis de mieux valoriser les services, le clergé, la liturgie, les Accueils merveilleux, l'entourage naturel. Tout cela comporte des soins impayables de la part de tous. J'ai remarqué aussi de notables améliorements en ce qui concerne les malades et leurs souffrances, c'est vrai que la médecine a considérablement avancé. Mes souvenirs -dans un certain désordre- me font revivre les piscines, les espaces extérieurs où se déroule le Chemin de la Croix, les prières à l'église sainte Bernadette - impressionnante- et son auttel couvert par un énorme damas. C'est de là qui part la procession et la bénédiction des malades, je revois aussi le pavillon à multiples usages sur la prairie, la fôret, bref, tout est sensiblement meilleur.

Dans des moments de détente on avait le temps de bavarder avec les copains de l'Hospitalité, chacun de nous exprimait ses motifs par lesquels nous étions venus à Lourdes. Les uns disaient par solidarité, d'autres parce que 'j'aime dédier quelques jours de mes vacances aux autres', certains affirmaient qu'ils n'étaient pas croyants mais le devoir d'aider les plus vulnérables l'emportait, enfin d'autres se disaient athées ou bien chrétiens culturels, il y avaient ceux qui venaient par tradition familiale, les agnostiques, etc... Tous ensemble pleins de dévouement et de don de soi envers les plus nécessiteux. Je garde un grand souvenir de mes collègues, je les ai vus à n'importe quelle heure, toujours prêts à rendre service aux malades, le sourire aux lèvres. A Lourdes j'ai découvert la grandeur des petites choses, les détails, les étreintes, les caresses, le sourire et, par dessus tout, faire en sorte que l'être humain se sente important et lui témoigner qu'il compte pour nous.



Le dernier jour du pèlerinage arrive, les dernières heures... chacun avec son allure, son style de vie, sa façon de penser, que l'on habite à Lourdes ou ailleurs. C'est l'heure de se quitter, des 'au revoir' et 'au prochain pèlerinage'. Au moment des étreintes sincères j'ai senti que quelque chose de profond avait changé dans nos coeurs, je suis incapable de le verbaliser, toutefois ça m'a réellement ému. Je suis sûr d'une chose: LA JOIE DE LA MISSION A ETE ACCOMPLIE.
Nous sommes dans l'aurocar de retour à Girona, chacun raconte ses expériences sur Lourdes. A mon tour je raconte la mienne à l'âge de 19 ans, la rencontre avec le jeune homme qui ne descendrait plus dans la rue jusqu'au prochain pèlerinage à Lourdes. A mes côtés une femme âgée commence à pleurer et, en lui demandant la cause de ses larmes: 'Il m'arrive de même qu'à votre jeune homme, je ne descendrai plus dans la rue jusqu'au prochain pèlerinage à Lourdes l'année prochaine. Ce sont mes vacances'. Heureusement Lourdes nous embrasse et nous accueille tous.




J'envoie de nouveau une étreinte cordiale à tout le personnel du Bureau des Constatations Médicales et de même pour vous, docteur Alessandro de Franciscis. En attendant le prochain pèlerinage où nous chanterons encore: C'EST JESUS QUI NOUS RASSEMBLE!



PEP

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